El dolor que hemos sentido ha sido inmenso. Han atropellado a nuestro corazón y han lanzado un trueno a nuestras entrañas que ha hecho que durante días hayamos vivido mezclas de sentimientos imposibles de describir.
Esta barbarie ha unido a personas de todo el mundo, de todas las culturas y religiones, pero también ha sacado lo peor del ser humano. A veces el odio sale del miedo, creyendo que así estaremos más protegidos, sobre todo porque nos dejamos guiar por los perjuicios y el desconocimiento de la raíz del verdadero problema. Otras veces, la mayoría, el odio se manifiesta usando como tapadera el atentado. En verdad, el odio es un síntoma claro del fanatismo y la sinrazón. Personas sin escrúpulos, vacías de alma y creyentes de una superioridad sobrehumana.
Por más que se diga que ocho de que diez víctimas del Daesh son musulmanes, da igual. Por más que se diga que lo único que une a quienes cruzan las fronteras con los terroristas son los atentados que padecen a diario, da igual. Por más que digas que la comunidad islámica colabora directamente con los cuerpos y fuerzas de seguridad y que son los primeros que denuncian el radicalismo, da igual. Por más que digas que lanzando discursos islamofóbicos das alas a estos asesinos y contribuyes a que sigan atentado, que es lo que buscan, da igual.
Nada de esto sirve. Y no únicamente no sirve, sino que acabamos culpabilizando y convirtiendo a víctimas en verdugos. Acabamos pidiendo que cierren las fronteras y que se expulse a quienes profesan el islam.
Luego están los que se creen con la potestad de salir pidiendo que la población musulmana condene, en modo de coacción y como insinuación a su complicidad con el atentado y los terroristas.
Pero como ya dije una vez, nadie reflexiona sobre el hecho de que los mismo países que se lamentan y a los que bombardean son los que subvencionan a estos grupos terroristas y han provocado el enredo en Oriente Medio. Así que insisto, es la guerra del terror, no es la guerra del islam.
Pero con este atentado no ha salido únicamente el odio al islam, también al catalán.
Aquí no voy a entrar en el debate suscitado sobre las competencias en materia de seguridad y el idioma que se usó para retransmitir las distintas ruedas de prensa. No haré política de ello. Ni siquiera lo considero en estos momentos importante.
Tampoco le diré nada a Podemos en relación a su papel como observador.
Lo que sí diré es que me considero de izquierdas, feminista y republicana. Creo que nadie puede darme lecciones, sobre todo cuando he llegado a escuchar muchas veces que yo no podría nunca liderar algo en Ceuta o tener un puesto alto en unas listas electorales precisamente por mi actitud e imagen, siendo Ceuta una ciudad conservadora.
Esto último me ha dado igual porque han quedado demostradas muchas cosas, sobre todo mis intenciones y mi lealtad al proyecto que defiendo.
La política es un instrumento y nunca podrán manipular mis pensamientos, nunca tendré miedo a decir lo que creo. Dicho esto, si de algo estoy orgullosa del PSOE es de su papel de Estado, ese papel que ha tenido siempre en los años que hemos gobernado y cuando hemos estado en oposición. Por eso voté en abstención en el Comité Federal y, por eso, rechazo profundamente las posiciones que se alejan del pacto antiterrorista.
El terrorismo únicamente se combate con unidad y aquí no hago ninguna diferencia con el Partido Popular, ninguna. Como dijo Rubalcaba, con unidad se pudo combatir a ETA y con unidad se tendrá que acabar con Daesh. Con unidad y sin miedo, sin odio, sin complejos, sin dividir.
Juntos y con la imagen de miles de ciudadanos y ciudadanas dándonos una lección de humanidad, empatía y valentía en la Rambla.