viernes. 26.04.2024

Hubo un tiempo en el que Ceuta y Tetuán no solo rivalizaban entre si, sino que buscaban complementarse entre ellas. Aquellos años en los que los aficionados al Atlético de Tetuán gustaban de venir al Murube para medirse a la Sociedad Deportiva Ceuta y enseñar los bocadillos hechos con pan de harina blanca, que escaseaban en la hoy Ciudad Autónoma. Un tiempo en el que Ceuta construía un enorme puerto para si misma, pero que era el adecuado para un Protectorado que quisieron conocer reyes como Alfonso XIII, Isabel II de Rumanía o el nuncio apostólico en Francia: entonces Giuseppe Roncalli, desde 1958 Juan XXIII.

Hubo un tiempo, cantaba Carlos Bernal, en que el tiempo no existía. Tiempos de trasiego y tragedias como la de aquella Orquesta Maracaibo a la que una riada sorprendió allá por la Cuesta de la Condesa, muriendo casi todos sus músicos. Hubo un tiempo de soldados y novias que apuraban los minutos entre el ruido vivaz de una locomotora a punto de arrancar. Ese tiempo en que, sin saberlo, quien se acodaba en un mostrador interesándose por los horarios del tren estaba contemplando una auténtica pieza de época: carteles del puño y la letra de Mariano Bertuchi, aquel pintor que se embarcó a África en busca de aventuras encontrándose con que sus trazos dibujarían la historia del Protectorado.

Unos años en los que la Ciudad Lineal de Madrid estuvo a punto de ser replicada por el mismísimo Arturo Soria entre Ceuta y Tetuán. Unos tiempos, unas décadas de dificultades -"ya se acabaron las hambres; Ceuta está de enhorabuena", cantaba la murga de Roque Guerrero para celebrar la llegada de la carne de ballena al mercado ceutí-, de espías pero de esperanzas.

Para mejor o peor, aquello acabó entre 1956 y 1958. En el primero de los dos años, concluye el Protectorado; en el segundo, la línea férrea que unía Ceuta y Tetuán. Pero siempre quedó el recuerdo de aquel tren; fuese en el antiguo local de "Los Pulpos" junto a la Almadraba, en las traviesas del tren que aún pueden verse en la subida del Puerto o en algún lugar perdido entre frondosos árboles junto a la 'fábrica de la luz'.

Manuel Contreras, coleccionista / Daniel Hernández
Manuel Contreras, coleccionista / Daniel Hernández

Ese lugar, desde hace años, recibe el nombre de la Antigua Estación del Ferrocarril. Y esta, ya está restaurada. Un momento especialmente entrañable para gente como Manuel Contreras: un coleccionista que ha pasado horas y horas recopilando billetes de tren, horarios o fotografías. "Es el trabajo de muchos años, que al fin llega ya a todo el mundo que lo quiera visitar", explica, al pie de una exposición que podrá visitarse hasta final de año.

Las autoridades visitan la exposición / Dani Hernández
Las autoridades visitan la exposición / Dani Hernández

La obra ha tenido un coste total de diez millones de euros. A la inauguración acuden el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, el responsable del Instituto Cervantes en Tetuán, Francisco Oda o representantes del Archivo de Ferrocarril de la otra ciudad, Tetuán. La estrella, obviamente, la cabecera del tren que será restaurada para que los niños puedan visitarla por dentro, dice el consejero Carlos Rontomé. 

La historia de dos ciudades, al fin, disponible para su estudio y disfrute justo donde comenzaba aquel mítico viaje. Aquel que bien hubiera podido servir de inspiración para libros como los que universalizaron aquel tiempo y estos lugares. Que nos perdone María Dueñas si hoy olvidamos las costuras: este 27 de septiembre de 2022, día de la inauguración de la flamante sede de la Fundación Premio Convivencia, es el turno de ver el tiempo entre raíles...

El tiempo entre raíles