domingo. 28.04.2024

Quedaban apenas horas para el cierre de la campaña electoral y los partidos políticos echaban el resto. La sensación generalizada era que el Partido Popular lograría una victoria, si no tan holgada como en 20000 -con mayoria absoluta- si suficiente para que Mariano Rajoy se convirtiese en presidente del Gobierno. En Ceuta, en la tarde del 9 de marzo, habían coincidido dos pesos pesados de la política nacional: el presidente castellano-manchego, José Bono, y el lider del PP vasco, Carlos Iturgáiz. El primero se había encontrado, por casualidad, con un ensayo de Semana Santa y no perdió la ocasión para ver un paso por debajo. El segundo dejó una previsión, en Ceuta, que no pasó desapercibida horas después: "no podemos confiarnos. ETA puede volver a atentar en cualquier momento de aquí al domingo".

Campaña al margen, la agenda informativa del 11 de marzo tenía otro nombre propio: José María Fidalgo. El secretario general confederal de Comisiones Obreras llegó a Ceuta para protagonizar un acto con cierto 'salseo': sus discrepancias con su homólogo en la Ciudad Autónoma, Juan Luis Aróstegui, eran públicas y notorias. Tal es así, que el segundo no lo acompañó en la rueda de prensa que iba a ofrecer a media mañana para explicar qué hacía en Ceuta. Sin embargo, y ante la constatación de que todo quedaba en un segundo plano, que lo de Atocha no era un atentado más sino una auténtica masacre, Fidalgo decidió dar media vuelta y regresar a Madrid. Acudió a la rueda de prensa para, al borde de las lágrimas, lanzar un enérgico mensaje de condena al terrorismo y pedirnos a los periodistas que estábamos en aquella sede que le acompañásemos en un minuto de silencio.

De inmediato, llegaron las primeras decisiones. Se suspendía la campaña electoral y se decretaban tres días de luto oficial. Las banderas se izaron a media asta y con crespón negro y Ceuta entera vivió, simplemente, pendiente de los transistores y televisiones o de las ediciones extraordinarias que tanto la prensa nacional como local improvisaron al mediodía para informar de los brutales atentados en Madrid. Los medios locales, sin la facilidad que hoy da la red de redes o las aplicaciones de mensajería instantánea, también improvisamos varios informativos especiales.  Mientras, los teléfonos echaban humo: todo aquel que tenía algún amigo, familiar o compañero de trabajo en Madrid se colgó del teléfono a esperar que su persona allegada se encontrase bien.

A medida que avanzaba la jornada, la previsión de Iturgáiz parecía confirmarse. A última hora de la tarde, llegaba la decisión de convocar una gran manifestación de repulsa a los atentados. Esta sería para media tarde del 12 de marzo, y arrancó casi a la misma hora en que Al Qaeda reivindicaba la autoría de los mismos en un comunicado remitido a medios británicos. Pero en esa manifestación, Ceuta entera se echó a la calle. Entre treinta y cinco y cuarenta mil personas secundaron la marcha, por supuesto la más multitudinaria de la historia. Acudieron representantes de todas las formaciones políticas con presencia en la Asamblea, así como sindicatos, a empresarios, Cámara de Comercio o Asociaciones Vecinales. Portaron la  pancarta el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, el delegado del Gobierno, Luis Vicente Moro y varios miembros representativos de las distintas comunidades religiosas. Para hacernos una idea: cuando la manifestación estaba llegando a la Constitución, la cola aún seguía por Los Remedios.

La movilización culminó en la Plaza de Africa. Gritos de "asesinos, asesinos" o "Madrid, amigo, Ceuta está contigo" se escucharon a la vez que se leía un manifiesto con el que se ponía el punto y final a aquella manifestación. Todos los representantes políticos mostraron su indignación y animaron al voto. En Ceuta, como casi siempre en las últimas décadas, ganó el PP tres días después. La Ciudad de Madrid, en la persona de su entonces alcalde Ruiz-Gallardón, recibió meses después el Premio Convivencia que el próximo jueves recogerá Joan Manuel Serrat, por su ejemplar comportamiento durante aquellas horas en las que a España se le paró el corazón.

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