sábado. 04.05.2024

Estrés

Si usted no ha tenido una sola discusión a lo largo de su vida con su jefe o empleado, con su compañero o subordinado; si a usted no le cae mal sino peor el imbécil aquel con el que siempre coincide en el garaje y no saluda ni por error, usted no es de este tiempo y momento. Si usted no ha tenido que hacer cruces para no mandar a la quinta puñeta a su cliente o proveedor, si no se ha preguntado en las horas más bajas de su relación con pareja o familia si no estaría mejor solo y sin preocupaciones; si usted no ha sentido alguna vez la pulsión vital de poner firme a sus hijos con un grito como si fuera Clint Eastwood en 'El Sargento de Hierro' mientras pensaba que Herodes era un incomprendido, su reino no es de este mundo.

Y sin embargo, las personas normales no van por la vida matando jefes, empleados, clientes, proveedores, suegros y vecinos jartibles. Para algo Dios, caso de existir, nos legó algunos trucos: respirar hondo, contar hasta diez, pensar que el otro pueda tener sus motivos y sentarnos de nuevo a hablar. Y guardar, y guardar en ese pozo sin fondo donde acumulamos rencores y jugarretas de la vida.

De todo hay, como en botica: hay gente que asesina a sus parejas, padres o hijos. En estos casos, si es cierto que el orden de los factores altera el producto; el próximo que tenga la tentación de hacer algo así, que pruebe primero a suicidarse, y luego que proceda. Pero usted y yo sabemos que la mayoría de este país somos personas tan imperfectamente normales que, en el fondo, no mataríamos ni a una mosca. Y que si hoy tenemos bronca en el trabajo, la familia o la comunidad de vecinos, mañana nos levantaremos haciendo cruces para que las aguas vuelvan a su cauce y que el tiempo haga su trabajo. A veces, claro, nos bloqueamos. Solemos solucionarlo dando un paseo, fumándonos un cigarro -policía del pensamiento: me delato y entrego- en soledad o tirándonos en el sofá a hacer como el que le presta atención a la chorrada que haya puesta en ese momento. Videos de gatitos, de lugares paradisiacos a los que nunca viajaremos porque andamos más secos que un pantano en Badajoz u otros en los que la capacidad de superación del ser humano nos sorprende cuando nos muestran a un ciego tocando 'Canción para Elisa' con un bufillo en el sobaco en la puerta de una estación de metro. Youtube puede ser un bálsamo perfecto contra los nervios.

José Luis Garci me dijo en la única ocasión que hablamos que su programa de cine en Telemadrid, cririticado entonces por su precio; -eran los años rockeros del Esperancismo, en los que lo mismo podías encontrarte a Curri Valenzuela revoleando un portátil que a Sánchez Dragó presentando un informativo en compañía de su gato- era de utilidad pública. "Un tío está a punto de suicidarse porque lo ha dejado la parienta y se ha arruinado en el casino. Antes de tirarse por la ventana, presta atención a la tele y se encuentra a siete señores fumando como cosacos y hablando  apasionadamente de una película danesa de principios de los 50. Simplemente por ver que hacen esos tíos ahí un viernes por la noche, se sienta, se carga la película y se le pasa. Igual estamos salvando vidas, de ahí lo de la utilidad pública".

Yo también tengo mis movidas raras en Youtube y Google, no crean. A veces, me da por escuchar playlists de varios artistas o buscar curiosidades de la historia. Una de mis favoritas es aquella en la que, a la muerte del Papa Clemente V, los cardenales se dividieron en dos facciones irreconciliables que prolongaban la sede vacante. Entre el Rey Felipe V de Francia y el hartazgo popular, confluyeron las voluntades para tomar una decisión inédita: tapiar a los cardenales, dejando un hueco para que solo pudiese entrar un hombre a llevarles escasas raciones de comida, agua y cantidades de paja que sirvieron como cama a los electores. Además, se ordenó quitar el tejado, quedando Sus Eminencias a la interperie: mosquitos en verano y lluvia en invierno. Ocurrió en el Duomo de Viterbio -la tradición mandaba, antes de que se construyese el Vaticano, que el cónclave fuera en el lugar donde el último papa hubiera fallecido-, y semanas después, se proclamó a Juan XXII como Sumo Pontífice. No se por qué, pero desde hace días tengo muy presente esta historia...

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