viernes. 26.04.2024
GUERRA EN UCRANIA

De las Malvinas a Ucrania, de España a Qatar: la guerra en año de Mundial

Horas después del sorteo mundialista, este sábado se cumplen cuarenta años desde que comenzara la Guerra de las Malvinas: tropas argentinas invadían la colonia británica, lo que valió una intensa y rápida respuesta por parte del Reino Unido. Como este año, también entonces se celebraba un mundial de fútbol, entonces el de España. Ceuta Televisión recuerda, con algunos de los testigos de aquella cita, lo ocurrido hace cuatro décadas y su comparativa con la actualidad.

La teoría de las alas de mariposa es un concepto filosófico del caos: el aleteo de una puede sentirse en el otro extremo del mundo. Y casi del tiempo: hay acontecimientos que nos recuerdan a otros, sensaciones que creíamos ya olvidadas y vuelven para golpearnos de vez en cuando y lugares curiosa -y peligrosamente, en ocasiones- conectados por la historia, tan caprichosa como objetiva. Lugares como Kiev, Buenos Aires, Londres, Moscú, Barcelona y Ceuta, a través del hilo conductor de masas de nuestros tiempos: el fútbol. La verdadera religión laica del último siglo y medio, con sus ángeles, sus demonios, sus boatos y beatos, sus paganos, profanos y creyentes... Un fútbol que ayer vivió uno de sus grandes liturgias, como es el sorteo del Mundial de Qatar 2022.

Empieza nuestra historia con un inocente partido amistoso: el que la Unión Soviética disputa en 'Alfonso Murube' a finales de febrero de 1982 contra la Agrupación Deportiva Ceuta.  Gana la URSS por 2-0 a una Agrupación en la que destacan los Serrán, Cherino, Cerezo y compañía. En aquella Unión Soviética, concentrada en Andalucía  para preparar el Mundial de España -a punto estuvieron de colarse en semifinales-, jugaban algunos hombres conocidos como Rinat Dassaev, que acabó en el Sevilla, u Oleg Blokin. Este mediocentro ucraniano del Dinamo de Kiev  fue el primer soviético en ganar el Balón de Oro. Blokin era ucraniano. Pertenecía a aquel equipo cuyos jugadores habían sido masacrados cuarenta años antes por los invasores nazis en Ucrania, humillados en el campo de fútbol por un combinado amateur.

 

Ello inspiró, aunque con final más feliz que en la vida real, la película “Evasión o Victoria”. Michael Caine o Silvester Stallone comparten camerino  con algunos jugadores profesionales: caso de Bobby Moore, Pelé… u Osvaldo Ardiles. ‘Ossie’ llegó a España en aquel verano con la intención de conseguir algo que no se había repetido desde que lo hiciera Brasil en Chile 62: defender con éxito el campeonato del mundo, ganado con Argentina en 1978.

 

Ardiles, en 1978, levantó la primera Copa del Mundo de la historia del fútbol argentino; controvertida puesto que fue posiblemente la más politizada de todas las disputadas hasta la fecha. Aquel mundial en el que se dio el abrazo del alma; en el que la albiceleste lograba su primer entorchado a cien metros de la infausta Escuela Mecánica de la Armada: los gritos de los prisioneros torturados solo eran silenciados por cada gol que se cantaba en las gradas. Pero Ardiles también fue, junto a su compañero Fernando Vila, el primer extranjero en jugar en la Liga inglesa, en el mismo Tottenham en el que el ceutí Nayim abriría camino para los españoles diez años más tarde. “Ossie”, como le conocían los hinchas del club londinense, se convierte en un ídolo de sus aficionados, hasta el punto de que cuando logran la F.A. Cup contra el Manchester City le dedican a el la canción con la que celebran el título, “Ossie’s dream”. Sin embargo, la Guerra de las Malvinas le sorprende duramente: un primo suyo muere, siendo piloto de la Fuerza Aerea argentina, y ve como empiezan los murmullos en la misma grada que le adoraba cada vez que calienta para saltar al terreno de juego. Ardiles decide abandonar el Reino Unido. Cuando acaba la Guerra de Las Malvinas decide regresar a Londres, llegando incluso a ser técnico del Tottenham.

Al igual que el resto de los jugadores argentinos consultados por Ceuta Televisión, ha declinado participar en este artículo. Señala cuestiones de índole personal y amablemente nos emplaza para mejor ocasión. Jorge Valdano afirma -este artículo empieza a escribirse a principios de  marzo- tener problemas de agenda, Nery Pumpido ni siquiera responde y quizá el más sincero sea Mario Alberto Kempes. Uno de los mejores jugadores del mundo en esa época admite que “no me apetece hablar de guerra”. Argentina, con Kempes o Maradona como principales reclamos, decepcionó en España. Pasó la primera fase con cierta comodidad, pero luego se vio superada en Sarriá tanto por Brasil -Zico, Sócrates y compañía; acaso uno de los equipos que jugaron mejor sin ganar el Mundial- y la campeona, la sorprendente Italia de Enzo Bearzot. Es hasta entendible que declinen hablar: vinieron de favoritos, decepcionaron y cuando volvieron se encontraron a un país en guerra.

En España, país anfitrión, nuestros seleccionados estaban a otras cosas. Ni siquiera, cuenta un antiguo jugador del Sporting de Gijón, aquello “flotó” en el ambiente, ni hubo anécdotas o comentarios relacionados con el conflicto. Lo mismo comentan los jugadores de la Real Sociedad de la época consultados por Ceuta Televisión: ninguno quiere hablar porque, directamente, ninguno recuerda ni media anécdota al respecto.

 

 

Quien si lo recuerda, y muy bien, es uno de los mejores periodistas del Viejo Continente. John Carlin -entre otras cosas, autor de 'El Factor Humano', biografía de Nelson Mandela llevada al cine por Clint Eastwood y Morgan Freeman- es un periodista británico, con nacionalidad española y que estaba en Argentina en el momento del estallido bélico. “Recuerdo que me despertó una amiga a las 5 de la mañana con la noticia y respondí con rabia. Sabía que los militares habían tomado las Malvinas como última medida desesperada porque, tras seis años del golpe que les llevó al poder, tambaleaban. La gente empezaba a perder el miedo. Fue una jugada clásica de distracción. Mi rabia se debía a la conciencia que yo tenía del terror que habían impuesto, de los miles de desaparecidos, casi todos torturados y asesinados. La cuestión era si Reino Unido iba a contraatacar. Thatcher mandó la flota y el final estaba cantado. Los reclutas argentinos, las últimas víctimas de los militares, no tenían la más mínima posibilidad de vencer al ejército profesional británico. Yo pasé la guerra en Buenos Aires trabajando para el único diario que denunciaba las desapariciones, el Buenos Aires Herald. Escribía mucho de esto. A las seis semanas de empezar la guerra empecé a recibir llamadas amenazantes en mi casa y me fui del país”. Pese al mundial, este ‘maradoniano’ confeso afirma que “la derrota argentina fue contundente. El cinismo de los militares argentinos, manifiesto. Ningún gol de Maradona podía esconder esa realidad”.

 

Otro periodista que recuerda con claridad el asunto es Alfredo Relaño. El ex director de AS recuerda como “se comentaba mucho. La Guerra de Las Malvinas fue muy seguida aquí, con cierta división de opiniones. Se establecían comparaciones con Gibraltar. Existía morbo por saber qué ocurriría si se cruzaban, cosa que no sucedería. La guerra acabó al poco de empezar el Mundial, y su propio desarrollo hizo que el tema se olvidara”.

 

 

Hubo alguien que ganó una cena, pese al “final cantado” que menciona Carlin. Se trata del actual secretario de la UNED, profesor de Sociología y entonces militar destinado en Chafarinas. Enrique Ávila señala que la Junta Militar Argentina “confió en dos factores: la lejanía y el factor sorpresa. El lo consiguieron, ningún servicio de información o inteligencia detectó los preparativos, y fueron muchos. La ocupación de las islas fue un éxito ya que se hizo sin ocasionar grandes bajas”. Sin embargo “nadie pensó que Reino Unido organizase una guerra para recuperar esas islas, y eso es desconocer quiénes son los hijos de la pérfida Albión. Yo aposté por los ingleses, y gané una cena”, señala. Una campaña “que según algunos informes habría tenido para el Reino Unido mayores consecuencias económicas de no de no haber sido el centro financiero de la UE”. Recuerda que Argentina tuvo cierto apoyo en algunos países latinoamericanos, pero “la fuerza expedicionaria británica tuvo siempre cobertura de EEUU hasta llegar a zona de operaciones, y a pesar de ello tuvieron bajas importantes en buques. Argentina se encontró con que Francia y otros estados europeos dejaron de suministrarle armas y equipo, especialmente los misiles antibuque Exocet”. Hubo algunos que, como comentaba Relaño “fantasearon con Gibraltar, pero España no habría tenido a su favor ninguno de los dos factores citados. Ya no habría sorpresa, los británicos no se iban a dejar sorprender dos veces, y no hay lejanía”.

 

 

En las comparativas con el conflicto en Ucrania, para Carlin “la escala y seriedad de lo de Ucrania deja la absurda guerrita de las Malvinas en la sombra. Hay mil veces más en juego ahora. Y un millón de veces más peligro para el mundo. Lo único bueno que se puede decir de la guerra de las Malvinas es que fue corta, los civiles no sufrieron (salvo unos pocos malvinenses que se encontraron en el cruce de fuego) y significó el final del régimen militar argentino”. Relaño se muestra, por su parte, partidario de no dejar competir a Rusia “Yo he estado a favor de la expulsión de Rusia. Lo pedí incluso en mi artículo antes de que se produjera la invasión. Cierto que siempre ha habido guerras, pero esta tiene características propias. Ha sido una invasión sin provocación, cínica, desde un país que tiene una superioridad militar desproporcionada, violando el reciente acuerdo de Minsk, sin más intención que imponer al país agredido un modelo de sociedad que no desea. Me hubiera resultado inconcebible mantener a Rusia en la repesca, más aún en tanto en cuanto Polonia (y enseguida Suecia y Chequia) anunciaron que se retirarían antes que jugar contra ella”.

 

 

Como hace cuarenta años, pues, el mundo divide su atención entre el fútbol y los cañones, en un destino no poco polémico como Qatar. Y como siempre, hay guerras que tapan otros conflictos. En 1982, por ejemplo, estalló un conflicto civil en El Salvador, mientras aquella selección debutaba en un mundial. En ese combinado, empezó a destacar un tipo  tan  desgarbado como genial. Tal fue la fama de aquel mago que la ministra de Exteriores salvadoreña, María Eugenia Brizuela, admitió con sorna a un grupo de periodistas tras recoger el Premio Convivencia 2003 como premio al fin de esa contienda civil que “en efecto, soy compatriota de Jorge ‘Mágico’ González”…

 

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