jueves. 02.05.2024

Hace justo diez años, ETA hacía un anuncio largamente esperado y que, por otra parte, se daba casi por hecho en los meses previos: el abandono definitivo de lo que ellos llamaban lucha armada y no era sino una espiral de crímenes sin sentido. Durante casi cinco décadas, las siglas de Euskadi Ta Alkartasuna (Euskadi y Libertad) fueron sinónimo de muerte, de destrucción, de injusticia, de sinrazón. El peor capítulo colectivo de la historia de España, nacido en los estertores del franquismo y que explotó con especial virulencia, precisamente, cuando España era ya un país democrático.

 

En octubre de 2011, un comunicado de ETA anunciaba el final de la violencia por parte de los terroristas. Los primeros pasos se habían dado años antes, con encuentros entre Jesús Egiguren (entonces presidente del PSE) y miembros de la organización terrorista. ETA se ve acorralada por una eficiente y tenaz labor jurídico/policial, que desarticula un comando tras otro en los años previos a la finalización de su actividad terrorista, y por la pérdida de apoyos populares. El asesinato del concejal del PP Miguel Ángel Blanco y el nacimiento del denominado "Espíritu de Ermua" constata que la violencia ha perdido el crédito social en determinadas zonas del País Vasco. Algo que, como ocurriera en otros casos a lo largo de la historia -los atentados de Omagh en Irlanda, con el caso del IRA o el secuestro y asesinato del líder democristiano Aldo Moro con las Brigadas Rojas en Italia- resultaría definitivo a la postre. Sumemos a eso el cambio de actitud de las grandes potencias occidentales tras los atentados del 11 de septiembre de 2001: comenzaba una lucha sin cuartel contra el terrorismo a nivel global, con intercambio de información y medios materiales entre los países implicados.

 

En cifras: ETA cometió entre entre el 7 de junio de 1968 y el 16 de marzo de 2010 un total de 3.500 atentados, que dejan 864 muertes y más de 7.000 víctimas.  Quedan aún una serie de atentados por aclarar. Mikel Lejarza, "Lobo", el confidente más odiado por la banda contaba hace tres años a Ceuta Televisión que su principal miedo era sufrir las mismas torturas que un grupo de jóvenes gallegos a finales de los años 70. Nunca se consideró como atentado terrorista, pero un encontronazo entre aquellos chavales que habían acudido al sur de Francia a ver una película pornográfica en un cine y tomar después unas copas (algo no tan habitual en la España de la época) acabó con los tres brutalmente apaleados y salvajemente torturados. Solo daremos dos detalles, que abren fácil camino a la imaginación: destornillador y ojos...

 

Entre las víctimas mortales, dos ceutíes. Ambos miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, y ambos terriblemente jóvenes. El primero de ellos, Francisco Pascual Andreu, de hecho estaba a punto de casarse. El 6 de abril de 1980, decidió tomar una copa en el puerto de Orio (Vizcaya) junto a un amigo, el pescador Florentino Lopetegui. Ambos fueron tiroteados esa misma noche. Pascual tenía 24 años.

En noviembre de 1984, Mohamed Abderraman había pedido un cambio de turno. Su hija, con parálisis cerebral, tenia revisión médica al día siguiente, por lo que solicitó voluntariamente alternar el cuadrante de guardias para poder asistir con tranquilidad a la cita hospitalaria. No llegó a ello: se alejó unos momentos del control de carreteras con el que la Policía Nacional protegía a los camioneros franceses -objetivo por aquella época de ETA tras el cambio de actitud del gobierno galo propiciado a raiz de la llegada al Elíseo de Francois Miterrand- para estirar las piernas y fumarse un cigarro. Una decisión fatal: apostados, a unos metros de distancia, le esperan varios miembros de un comando terrorista que lo ametrallan en cuestión de segundos. Al frente de los asesinos, un histórico de la banda: José Antonio López "Kubati". El policía tenía 33 años.

 

 

 

 

Francisco y Ahmed: las dos 'mordidas de la serpiente' en Ceuta