viernes. 26.04.2024

Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, ha fallecido a los 95 años. El Papa Emérito, primero en siglos en renunciar voluntariamente a su cargo, había sufrido un agravamiento en su estado de salud en los últimos días. Ya en las últimas horas su sucesor, Francisco, había pedido a los fieles de todo el mundo orar por el.

A partir de ahora, el ceremonial será el mismo que con los Pontífices que han fallecido en el cargo. Tras habérsele golpeado con un martillo de plata en tres ocasiones la frente preguntándole si está vivo, se destruirá su anillo con el que firma los documentos y el Vaticano declarará nueve días de luto oficial. En ese período, se realizarán los funerales, en la Plaza de San Pedro, se dará a conocer su testamento y se trasladarán sus restos mortales al subsuelo vaticano. Y ahí tendremos una foto para la historia; una muerte papal sin cónclave que eliga sucesor, un Papa oficiando el funeral de otro. Un Papa ya elegido: el propio Ratzinger, siendo cardenal, fue el encargado de oficiar los funerales de su antecesor, Juan Pablo II.

Nacido en la pequeña localidad bávara de Marktl am Inn en 1927, Ratzinger era el menor de los tres hijos de un oficial de policía y un ama de casa. Ingresó siendo prácticamente un niño en un seminario, del que salió tras ser llamado a filas por el III Reich, que obligó a todos los jóvenes alemanes a luchar en la II Guerra Mundial. Una decisión ya entonces controvertida, puesto que muchos cuadros nazis veían con desconfianza la presencia de seminaristas católicos, aunque fuera prestando labores auxiliares como en el caso de Ratzinger. Tras ser destinado a Hungría en 1944, desertó finalmente y fue apresado por los aliados. Al concluir la Guerra, regresó al seminario, siendo ordenado sacerdote en 1951.

Años después, se entregaría a una de sus grandes pasiones: la docencia. Ratzinger fue profesor universitario en Bonn o Munster. A mediados de los 60 acude a un encuentro trascendental: el Concilio Vaticano II, donde coincide con dos personajes fundamentales en su vida. Primero, su compatriota Hans Kung, teólogo expulsado de la Iglesia con el que el propio Ratzinger mantendría fuertes discusiones. Y un coetáneo polaco algo mayor que el: Karol Wojtila, el futuro Juan Pablo II.

Ratzinger, de hecho, participa como elector en los dos cónclaves de 1978: el que elige a Albino Luciani, Juan Pablo I, y al que dos meses más tarde proclama a Wojtila como Papa tras la fulminante y misteriosa muerte de Luciani. Fue nombrado prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe (la antigua Santa Inquisición), mientras su talla como intelectual y estudioso iba creciendo. Oriana Fallaci, una de las periodistas más reconocidas a nivel mundial durante el siglo XX, llegó a reconocer que "cuando leo libros de Ratzinger, me siento menos sola". Consciente de ello, el Papa le encarga la que sería su gran obra literaria: el actual catecismo, en el que invierte diez años.

Precisamente, un libro fue el que le dio a conocer a millones de personas, al igual que al propio libro. Ratzinger pidió que no se leyese "El código Da Vinci" de Dan Brown, al considerarlo ofensivo para la fe católica. El efecto surtido, obviamente, fue el contrario. Pero meses después, Juan Pablo II falleció. Y tras el primer cónclave en décadas, el chileno Jorge Arturo Medina Estévez anunció al mundo su elección como Papa. Escogió el nombre de Benedicto XVI, el papa que en plena I Guerra Mundial logró una tregua de Nochebuena para los soldados de los bandos enfrentados. No era un Papa que gozase, en principio, de gran simpatía popular. Titular de un diario centroeuropeo: "La iglesia elige a un pastor alemán para suceder a Juan Pablo II"...

Con una sólida preparación intelectual, pero carente del carisma de su antecesor, Ratzinger comienza a hacer reformas. Rehabilita a Kung, su viejo enemigo y por primera vez el Vaticano admite los delitos de pederastia en su seno. Ratzinger empieza a cesar a muchos de los sacerdotes y cardenales implicados, lo que le vale el apodo del "barrendero de Dios". Incluso, llega a investigar y hacer desaparecer en la práctica a los Legionarios de Cristo: una antaño poderosa orden, pero en la que se vivían abusos sexuales de forma generalizada. Y los gestos, importantes en política, y cuando hablamos del Papa lo hacemos de un dirigente de dimensión mundial. Sigue con el denominado diálogo interreligioso impulsado en el Concilio Vaticano II, y afronta algunas cuestiones como el SIDA en África. En el siempre sutil mundo del lenguaje vaticano, deja algunas frases para la historia. Por ejemplo, sobre el uso del preservativo "Puede haber casos aislados en que esté justificado, por ejemplo, cuando un prostituto utiliza un preservativo, lo que puede ser un primer acto de moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere", dice. Toda una revolución en la conservadora maquinaria vaticana, al igual que una encíclica, Caritas in veritate, sobre la crisis económica de 2008 en la que se muestra tremendamente crítico con gobiernos y banqueros y pone sobre la mesa algunas recetas (rebajas de impuestos a las clases más desfavorecidas, importancia del apoyo a las familias, etc) que se han venido aplicando en los últimos años.

Pero el final de su papado no fue, precisamente, plácido. Un año antes de su renuncia, una serie de publicaciones periodísticas siembran pavor en la Ciudad de San Pedro. Se trata del "Vaticanleaks": vídeos de actos sexuales y chantajes cometidos por miembros de la Curia. Su mayordomo, Paolo Gabriele, confiesa tras una investigación ser el autor de las filtraciones y tras un rápido juicio, recibe la condena a prisión, visita papal y el indulto en la Navidad de 2012. Dos meses después, Ratzinger renunciará, admitiendo "no tener fuerzas para luchar contra los lobos" que amenazan a la Iglesia. Una jugada maestra: elude disfrazar de motivos de salud su salida y señala el camino a su sucesor. El hombre que, por cierto, estuvo más que cerca junto al español Carlos Amigo Vallejo de vencerle en el cónclave de 2005: Jorge Mario Bergoglio. La imagen de Benedicto en un helicóptero recorriendo Roma por última vez mientras todas las iglesias de la Ciudad Eterna repicaban las campanas a su paso, es ya icónica.

Los últimos años los ha pasado, salvo alguna ocasión esporádica, alejado del mundo, entre el convento en el que ha encontrado la muerte y la residencia veraniega de Castel Gandolfo. Fue, además, un gran admirador de España, país que visitó en varias ocasiones como cardenal -por ejemplo, a la Universidad Católica de Murcia o como peregrino al Camino de Santiago- y en dos ocasiones como Papa: para presidir la Jornada Mundial de la Juventud de 2011 en Madrid, con visita al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y un año antes para bendecir un monumento del que se confesó enamorado y que comenzó a construirse meses antes de su nacimiento: la Sagrada Familia de Barcelona.

Muere Benedicto XVI, el Papa que no quiso serlo