La llegada al palacio de la Moncloa de su nuevo inquilino, Pedro Sánchez, ha traído el silencio más absoluto de los sectores más críticos de nuestras sociedad, aquellos que ocuparon nuestras principales calles reivindicando cuanto se les planteaba. Es momento de recordar las famosas mareas blancas, verdes, azules o moradas, aquellas que alzaron sus voces en respuesta a las directrices recibidas. Ya no son un problema ni la Sanidad, ni la Educación pública, ni la sostenibilidad del sistema público de pensiones, ni la cuantía del salario mínimo interprofesional, ni las tasas de desempleo.
El mismo silencio que hoy guardan quienes criticaron con vehemencia la política migratoria de los gobiernos de Mariano Rajoy. Hoy callan ante las devoluciones sumarias de cientos de emigrantes subsaharianos quienes acusaban de xenófobos y fascistas a los dirigentes populares por aplicar las devoluciones en frontera. Hoy mantienen el mayor silencio aquellos que criticaban las medidas disuasorias instaladas en nuestras fronteras, las actuaciones de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o las negociaciones establecidas con los países de origen.
Un silencio que se vuelve dramático cuando nos referimos a la decisión que supondrá la bolivarización de la política española a través del acuerdo alcanzado entre Partido Socialista y Podemos para hurtar a los españoles un derecho fundamental, una de las competencias de sus representantes políticos en el Senado por el mero hecho de pensar de manera diferente, una iniciativa que va en contra de la calidad de una democracia sustentada en el trabajo legislativo de un Parlamento constituido por dos Cámaras, Senado y Congreso de los Diputados. Y todo ello en una cuestión de primordial importancia para los intereses de todos los españoles como es la elaboración y aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.
Mientras tanto, Gobierno, socios de investidura y medios afines, con la única intención de que la sociedad española no se pregunte respecto a algunos de estos temas, dedican todos sus esfuerzos a generar polémica sobre una cuestión que poco o nada incide en nuestro futuro más inmediato como país, el enterramiento de un señor que falleció en el siglo pasado. En definitiva, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, socios de legislatura, han urdido una compleja trama mediática con la única intención de desviar la atención ciudadana del plan trazado para arrebatar la soberanía nacional a quien democraticamente corresponde, el pueblo español.