viernes. 03.05.2024

El exilio de Pasión Vega

Concha Piquer decía -lo de cantar era otra cosa- la historia de una gozosa noche de amor con la Alhambra de Granada de fondo en la que un guapísimo caballero de profundos ojos verdes como la albahaca, hierba tenida por demoníaca hasta hace un siglo, quiso compensarla con un vestido. No hacía falta: el personaje femenino, esa noche, se sentía pagada con el mero placer de la carne y el recuerdo de una mirada que guardaría para siempre en algún recoveco del alma.

 

La Rosa de Peñaflor desafió a las malas lenguas de su pueblo, presumiendo de un amante de abril y mayo que era dieciocho años más joven que ella. Trinidad le rompió a Juan Miguel el corazón para irse con un banquero americano y la primera canción protesta de nuestra historia no iba de emigrantes a Alemania o Bélgica para trabajar. Era un homenaje de Juan Valderrama -eterno, imprescindible- a aquellos republicanos exiliados en el Tánger de la posguerra que tanto le habían impresionado al pedirle cada cual que llevase a su familia dinero, regalos o, simplemente, cartas y recuerdos.

 

 

Todo esto se cantaba durante la época de la censura. El régimen no era mucho más permisivo; sino más cortito de entendederas. El jardín del doble sentido y la metáfora era un lugar inaccesible para determinados censores; es la única explicación lógica para que estas canciones o películas como “Muerte de un ciclista” -todo un disparo a la línea de flotación de El Pardo- acabasen estrenándose como si tal cosa. No fue gratuito ni sencillo: Salvador Valverde tuvo que irse de España después de escribir estas canciones, Valderrama tragar saliva siendo más republicano que Azaña para no correr la misma suerte y a Miguel de Molina cantar “Ojos verdes” y otros pecados similares le valió una brutal paliza por parte del conde de Mayalde -alcalde de la capital unos años después- y algunos compinches en un descampado de Madrid como preludio a un exilio en el que Mario Moreno “Cantinflas” y Jorge Negrete le recibieron con un escrito de rechazo y algunos explosivos en teatros. El motivo: México no estaba para maricones.

 

Hoy nos encontramos con que si Eva Amaral tiene una crisis existencial y echa de menos al novio o Malú tiene 'ganas de fiesta' y promete darlo todo con quien le apetezca, fomentamos el machismo o la prostitución. Por no hablar de Shakira, esa gran sumisa. Ocurre en Navarra, pero me temo que seguirá extendiéndose por el resto del territorio nacional. Hay que acabar con la copla, en la misma región en la que tal vez nació el considerado como padre de la libertad individual. Si Calvino levantase la cabeza se descojonaría -otra vez- sobre las cenizas de Servet.

 

Eso es lo importante: que Pasión Vega se tenga que exiliar algún día por cantar Ojos Verdes o fomentar el suicidio con su impecable versión de “Alfonsina y el mar”. Que pueda aprobarse el Bachillerato con un suspenso o tal vez Medicina si sólo arrancas un brazo en las prácticas, pecadillo menor. Las prioridades claras, por favor.

El exilio de Pasión Vega