viernes. 26.04.2024

La timidez

Contaba Carlos Peñaloza recientemente que la Isabel Díaz Ayuso que tuvo de becaria hace años en Radio Inter era una persona discreta, rozando la timidez. Tenía un gran interés en la biografía política, en América Latina y un especial interés en llevar la información internacional. En aquellos años, nadie sabía nada de aquella chica: llegaba, trabajaba y se iba. Un buen día, se afilió a las Nuevas Generaciones de su distrito, donde coincidió con un tal Pablo Casado. El resto de la historia, hasta hoy, es más o menos conocida.

 

De Felipe González también me llegan anécdotas que me apuntan a un hombre mucho más tímido en la intimidad que el animal político al que veíamos en la televisión. "Un día le pregunté si la corbata que traía era nueva, porque le sentaba bastante bien y se puso rojo como un tomate. Felipe", me contó una ex funcionaria de Moncloa. También me llegó la especie de un González extremadamente prudente en las decisiones del día a día, madrugador, y al que Alfonso Guerra le cogió el punto hasta el extremo de visitarlo siempre al final de las largas jornadas de trabajo, de papeleo e informe. "Felipe ya estaba derrotado a esas hora. Llegaba Guerra, con esa voz insoportable, le pegaba tres gritos -"hay que espabilar, Felipe. Hay que dar caña"-  y se lo llevaba a su terreno". Sería curioso saber a qué hora se firmaron las mayores barrabasadas del 'felipismo' publicadas en el BOE.

 

Algo hay, pues, en la timidez de los líderes políticos, o en algunos de ellos, que les hace convertirse en auténticos torbellinos cuando del debate se trata. Un catedrático egipcio recomendaba votar, siempre, a depresivos cuando las cosas vinieran mal dadas. Son "más cercanos a la realidad, porque palpan la desgracia antes que nadie". El firme Churchill de la II Guerra Mundial era un tipo con despiste crónico, que una vez tuvo la osadía de meterse en un metro y se bajó a las dos paradas pidiendo que alguien viniese a buscarlo y que procuraba siempre viajar con un gato negro porque creía que ahuyentaban la mala suerte. Contrasten a Churchil con el optimista Neville Chamberlain...

En Madrid he estado no más de cuatro o cinco veces en mi vida. Por tanto, no se que habrá en la mente de todos los madrileños que ayer respaldaron mayoritariamente a alguien a quien, hace un par de años, solo parecían conocer los citados Peñaloza y Casado. Muchos tuvimos que irnos a Google para buscar quien demonios era la cabeza de lista designada por un presidente de los 'populares' que por primera vez tiene motivos para sonreir. Pero me da la impresión de que, al margen de desmontar algún tópico (como aquel de que a mayor movilización, victoria de la izquierda), lo antes expuesto debe tener algo que ver, a favor de una tímida candidata ha dado con la tecla que no han acertado a pulsar sus muy optimistas contrincantes.

 

PD: Pablo Iglesias: interesante en la introducción, endiosado en el nudo,  víctima de si mismo en el desenlace. Ciudadanos: España no es de centro. Otra cosa es la centralidad...

 

 

 

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