No podemos dejar que las mujeres vuelvan a estar alejadas de la reforma constitucional. Yo no he votado la Constitución, pero estoy enormemente orgullosa de ella, del antes y el después, de lo que supuso para la democracia y las libertades.
Es impensable no creer que fue un alivio para quienes vivieron en una dictadura y tuvieron que pedir perdón, si no eran asesinados, encarcelados o torturados por no pensar igual, por defender la igualdad y los derechos civiles. Y asesinadas, encarceladas y torturadas.
Es impensable no saber que supuso el inicio de la convivencia y el respeto territorial. Es impensable no acordarse de muchas de las lágrimas de tantas personas a las que queremos y son parte de nosotros y nosotras.
Es impensable no defender la memoria histórica de la misma manera que tenemos que defender la Constitución.
Hubo gente que a raíz de la Carta Magna empezaron a vivir mucho mejor, pero es que gracias a ella muchos y muchas empezaron a vivir con un color rojo, muy rojo.
Pero defender la Constitución y la unidad territorial también es igual a reconocer algunos fallos y querer su reforma para incluir nuevos derechos, nuevos desafíos, nuevos avances y una mayor cohesión. Una cohesión donde deben y tienen que tener cabidas las dos Ciudades Autónomas, Ceuta y Melilla, en la misma proporción de las que deben de tener Cataluña u otras Comunidades Autónomas.
Pero hay algo que engloba todo esto y me inquieta aún más. Esta reforma no puede pasar por olvidar de nuevo a las mujeres, como ya se hizo en el 78, a pesar de que también hubieron madres de la Constitución.
Es inconcebible que exista un Consejo Asesor que incumple claramente el artículo 14 por este formado por 36 hombres y 7 mujeres. ¿ Acaso no existen mujeres capaces de poner voz y pensamiento a esta transformación social e histórica?
Aquí la imagen de las madres de la Constitución que quedaron en el olvido, no volvamos a hacer lo mismo. Por ellas, por el hoy, por el futuro, hagamos una verdadera agenda feminista constitucionalista que incluya a más de la mitad de la población. Una agenda donde nos sintamos reflejadas y escuchas. Una agenda donde demos prioridad a un verdadero país para mujeres, donde no existan 1.000 asesinadas en 14 años, 40.000 denuncias por violencia de género al año y una violación cada 8 horas. Una agenda donde reconozca nuestra precariedad laboral, el abuso de nuestro cuerpo, la barrera que nos sitúan para alcanzar los puestos de responsabilidad, nuestros problemas para conciliar. Una Constitución donde incluya la perspectiva de género y nos de el protagonismo que nos merecemos en igualdad de condiciones, ni más ni menos.
39 años de avances no son suficientes para desterrar el patriarcado, también constitucional. Ahora es el momento.
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