domingo. 28.04.2024

Pocas veces, y pese a que la inmediatez de internet permite/obliga a los periodistas a trabajar casi al instante en qué ocurre algo, cambiaron tanto los contenidos como en aquella madrugada del 12 al 13 de marzo de 2020. En torno a las 21.00 horas, el presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Jesús Bollit, anunciaba una decisión tan dolorosa como histórica. Por primera vez desde la Guerra Civil, se suspendía la Semana Santa. Entonces, por el conflicto que desgajaba en dos a España, hace cuatro años por aquel extraño virus del que habíamos comenzado a oir a hablar unos meses antes, pero que se había extendido al punto de que ya era, oficialmente, pandemia.

Era la noticia de la noche, como decíamos. En principio. Pocas horas después, apenas un par de ellas, saltaba otra de impacto y relacionada con la pandemia. Delegación del Gobierno anunciaba el cierre de la frontera de Ceuta, de acuerdo -en principio, y según se dijo- con las autoridades regionales de Tetuán. El virus había llegado para quedarse y pese a que todo se hacía o anunciaba para un par de semanas, en el fondo todos intuíamos que aquello iba a traer mucha más cola.

De inmediato, el primer problema: los atrapados. Gente que iba a cruzar al vecino país, a la que el cierre fronterizo sorprendió en tránsito o incluso esperando para cruzar El Tarajal y que se quedó colgada en Ceuta. Los hubo que tuvieron el reflejo y vista suficiente para volver  sus lugares de origen, pero también los que no pudieron cruzar la frontera. Durante unos días, y con algunas excepciones, decenas de personas permanecieron aprovechando algunas aperturas puntuales. Pero también intentando regresar a Marruecos vía Algeciras. El consulado del vecino país en la ciudad hermana fue, incluso, escenario de algaradas y escenas de tensión en aquel marzo de hace cuatro años.

Muchas de estas personas quedaron alojadas en recursos de la Ciudad, como el Pabellón de La Libertad o algunas naves en El Tarajal. En el Pabellón las cosas no fueron tranquilas, con ruidos, golpes, intentos de suicidio y protestas vecinales en una zona habitualmente silenciosa. También en el Santa Amelia: meses después, y en grupos organizados (más o menos) las autoridades marroquíes comenzabaen a admitir a los primeros repatriados. En muchos casos, trabajadores que se vieron en la disyuntiva de tener que elegir entre volver a estar con sus familias sin saber si podrían recuperar su empleo o mantener su empleo sin saber cuando volverían a ver a sus familiares.

Porque ese fue, en Ceuta,  el rostro de aquellos meses de película de terror en todo el mundo: el de los marroquíes que, lunes tras lunes, se concentraban frente a Delegación del Gobierno para  exigir una solución a sus problemas burocráticos. Algunos murieron, incluso, sin poder volver a su país de origen. A día de hoy, cuatro años después, sigue habiendo personas en ese limbo jurídico, al haber expirado sus visados durante el tiempo de la pandemia. Otros, a los que la pandemia sorprendió en Marruecos, si recibieron puntualmente su sueldo. Los datos de Western Union -el sistema postal de envío de dinero- hablaban de un crecimiento espectacular en solo un año.

También quedaba suspendida la Operación Paso del Estrecho. El mayor movimiento planificado de masas del continente europeo quedaba en suspenso durante dos años, con rumores sobre una posible exclusión de Ceuta y Melilla una vez reabierta.

El momento más tenso, no sólo de la pandemia sino posiblemente de la historia de Ceuta desde el conflicto de Isla Perejil, se produjo en mayo del siguiente año. En 2021, miles de personas entraron por la frontera de El Tarajal. Se trataba de una respuesta marroquí al tratamiento en España de Brahim Galli, histórico líder del Frente Polisario enfermo de COVID 19. A partir de ahí, un nuevo probn clema: devolver a estas personas a su país, descongestionar Ceuta. No fue sencillo. Devolver a los menores, dos meses después y supuestamente con un acuerdo con el Gobierno marroquí y una entidad respaldada por este originó un problema judicial que aún no se ha resuelto. El Parlamento Europeo votó, entonces, una histórica moción de respaldo a Ceuta, se acordó eliminar la excepción a Schengen y todo parecía ir encaminado hacia una nueva realidad.

 

Y en ello, es verdad, estamos. Pero no sabemos aún el final del camino. En 2022, Pedro Sánchez viaja a Rabat y anuncia la apertura de una nueva etapa en las relaciones bilaterales, la reapertura de la aduana comercial en Melilla y la apertura de una en Ceuta. Casualidad o causalidad, en el primer aniversario de la entrada masiva se reabre la frontera. Pero sobre la aduana comercial, de momento, seguimos sin fecha. Unas partidas de aceite industrial fueron las primeras en cruzar por la frontera de El Tarajal, con horas para ir y venir, y poco más. Donde acabe aquello de la aduana comercial es, quizá, la gran incógnita que queda pendiente de resolver desde hace cuatro años.

Cuatro años del cierre fronterizo; cuatro años de incógnitas