No; la muerte de Sánchez Prados no fue la única ni, por supuesto, la más lamentable desde el punto de vista humanitario de aquellos aciagos años. Ni fue el momento más dramático de la Guerra Civil del pasado siglo; esto cabría adjudicárselo, probablemente, al bombardeo del 17 de enero de 1937 sobre el Mercado Civil. Pero no cabe duda de que si hay alguna persona que represente especialmente el horror de aquel conflicto, alguna figura que haya trascendido a años e ideologías, es Sánchez Prados.
Sea por su militancia política -comunista-, social -masón-, sea por permanecer fiel al juramento empeñado hasta sus últimas consecuencias o sea por ser ese médico que apuró al máximo el juramento hipocrático. Sea el símbolo político o sea el 'santo laico' al que decenas de personas imploran su mediación ante mil problemas, en la soledad de sus hogares o en su tumba en Santa Catalina.
Como tantos otros, Sánchez Prados fue un hombre víctima de sus principios y de la época que le tocó vivir. Su existencia física acaba un 5 de septiembre de 1936, con su fusilamiento en la Almadraba. 70 años después, horas después de morir su hijo, se inaugura la estatua en la Avenida que lleva su nombre. Y como cada 5 de septiembre, unas cuantas coronas de flores testimonian el respeto de las instituciones de Ceuta a 'Don Antonio'. Coronas que depositan el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, el jefe de Gabinete de Delegación, Juan Hernández y el comandante general, Marcos Llago, en nombre de las principales instituciones. También lo hacen, en representación de la Asamblea, las vicepresidentas de la Mesa Rectora de la Asamblea, Lorena Miranda y Cristina Pérez y el cardiólogo Francisco Lanzas en representación del Colegio de Médicos.
Quédense con la versión que quieran de Sánchez Prados: el alcalde, el médico o el masón. Pero, quizá el mejor homenaje, sea recordar su historia, y la de tantos otros miles de españoles hace casi un siglo, en estos años de histeria...
