De sobra son conocidos los cambios de criterio de la izquierda española en función de sus intereses electoralistas, siempre alejados del interés general. Por poner solo un ejemplo, les recordaré cuando los actuales socios de gobierno, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en contraposición con sus llamamientos a la unidad de acción en la actual crisis del Covid-19, no solo criticaron con dureza la gestión de la crisis del ébola sucedida en 2014, que finalizó tan solo con la muerte del perro “Excalibur”, la mascota de la única persona infectada por el virus, sino que movilizaron a sus simpatizantes ocupando violentamente las principales calles de Madrid y exigiendo la dimisión de la ministra, Ana Mato, y del consejero madrileño de Sanidad, Javier Rodríguez.
Pues bien, con motivo de la pandemia mundial protagonizada por el Covid-19, la Unión Europea ha aprobado el tan ansiado fondo de ayuda anticrisis dotado con 750.000 millones de euros. Una medida que llegará por tramos a todos los miembros que lo soliciten repartidos entre subvenciones y préstamos, aunque con condiciones similares a las de un rescate a pesar de la “felicidad” de Pedro Sánchez y todo su equipo. Es tal la confianza de nuestros socios europeos en nuestros dirigentes social-comunistas, que nos han exigido acometer las reformas necesarias que les garanticen que las ayudas no se destinarán a políticas populistas equiparables a los tristemente denominados “viernes sociales”.
Aunque haya desaparecido de la ecuación la labor de fiscalización de los temidos “hombres de negro” de la Troika, tan criticados por los socios populistas de Pedro Sánchez, corresponderá esta labor a todos los estados miembros de la Unión Europea, quienes podrán paralizar los pagos de las ayudas solicitadas si observan que el desgobierno social-comunista incumple las condiciones establecidas inicialmente. Sin ninguna duda, y a pesar de los aplausos de los integrantes del Consejo de Ministros, hablamos de una intervención de la economía española desde la UE, tal y como ha exigido desde el principio el primer ministro holandés que desconfía profundamente del Gobierno español.
Quienes ahora anuncian triunfalmente un acuerdo que supone de facto el rescate de España, criticaron con dureza la gestión de quienes nos sacaron con éxito del “pozo” al que nos llevaron las políticas populistas de José Luis Rodríguez Zapatero, superando con nota las cifras heredadas. Quienes criticaron con vehemencia la gestión de una crisis que tan solo supuso el sacrificio de una mascota, hoy exigen unidad de acción cuando han fallecido más de 40.000 personas, y las cifras actualizadas nos sitúan nuevamente como el país de la UE con mayores casos de rebrote. En definitiva, nos encontramos ante el peor gobierno de nuestra historia democrática, un Ejecutivo que no solo ha perdido la confianza a nivel interno, sino también a nivel internacional. A pesar de las trágicas circunstancias, un desgobierno al que podemos aplicar la frase “donde dije “digo”, digo “Diego”.