Como ciudadana de esta ciudad, con pleno derecho a dar mi opinión, lamento enormemente que existan asociaciones en Ceuta, no sé si impulsadas con dinero público, que siguen apostando por quien en su día atacó de manera reprobable a las mujeres, al decir, entre otras cosas, que éstas eran unas fornicadoras si usaban perfumes, que no podían ponerse tacones de agujas, ni mucho menos llevar pantalones vaqueros. La mayoría de las personas saben a quién me estoy refiriendo y quién es este personaje, el mismo que intentó demandarme en connivencia con Caballas, por denunciar estos hechos en una rueda de prensa. Recuerdo las amenazas que vinieron después, los insultos e incluso el que me costara prejuicios a nivel electoral dentro de mi partido, algo de lo que no he hablado nunca.
En unos tiempos donde la igualdad ha pasado a ocupar la primera línea de acción política, no por los partidos, sino por las propias mujeres que han salido como nunca a la calle para dar el pistoletazo de salida a un antes y un después al ocho de marzo, es importante ser menos tolerante con quienes siguen culpabilizando a las mujeres y codificándolas en un papel meramente reproductivo y sexual. El Gobierno local debería de fiscalizar quienes son los que entran en determinadas mezquitas, igual que pido que lo haga con las Iglesias, pues también salí contra el obispo de Ceuta cuando discriminó a un Transexual.
Ademas, quiero matizar que aunque en su día también lo llevé a fiscalía, al Instituto de la Mujer y me puse en contacto con muchas entidades, no se pudo hacer nada. Pero quizás esa lucha, junto a otros miles de casos que existieron, llevaron a la modificación del artículo 510 del Código Penal. Ahora sí se puede castigar con una pena de uno a cuatro años de prisión y una multa de seis a doce meses a quienes fomenten, promuevan o inciten directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo o una persona por razones de género.
Siempre hay un previo fracaso, una frustración o una decepción, a una evolución justa, digna y éticamente correcta.
Postura radical dentro de la sociedad ceutí, así me denominaron quienes se suponían que estaban en el mismo bando de unas siglas, y no me importó si eso me hizo llevar la bandera de la igualdad antes que el de cualquier otro cargo.