miércoles. 15.05.2024

Aquel verano de 1982 estaba siendo preelectoral y futbolístico. La Italia de Enzo Bearzot se había impuesto contra todo pronóstico en el primer gran acontecimiento que celebraba este país tras la muerte de Franco, el Mundial de Fútbol, con Marco Tardelli dejando en el césped del Santiago Bernabéu la más hermosa celebración de un gol jamás vista en un campo de fútbol. En Barcelona, la noticia tenía nombre y apellidos: los de Diego Armando Maradona, cuyos representantes se fajaban con los directivos del Barça para fraguar el que en ese momento sería el fichaje más caro de la historia. Y todo ello, en una época preelectoral, con un Gobierno presidido por Leopoldo Calvo-Sotelo que parecía desmoronarse por minutos, ante la cercanía de la histórica victoria socialista en las Elecciones de aquel año. España quería ser diferente, y en ese mes de julio Sus Satánicas Majestades, los Rolling Stones, ofrecieron en el Vicente Calderón uno de sus conciertos más memorables. Juan Pablo II se convertiría en el primer Papa en visitar España en un año en que el gran orfebre del castellano, el colombiano Gabriel García Márquez, lograba el Premio Nobel de Literatura.

Pero en Ceuta, el recuerdo de aquel 1982 irá aparejado para los restos a un nombre: Antonio Güeto Ramos. Era un chaval de Onteniente, al que el Servicio Militar Obligatorio situó en Ceuta durante nueve meses. Le faltaba una semana para licenciarse cuando un incendio, el 24 de julio de 1982, devastó la zona de García Aldave. El Ejército se volcó en las labores de extinción, ayudando a una plantilla de Bomberos que no gozaba entonces del personal, cualificación y medios de que si dispone en este siglo XXI. Y la tragedia ocurrió en un viaje para cargar agua. El camión volcó. Antonio Hueto murió en el instante. Su compañero, Sergio Pérez del Valle, sufrió heridas.

Ramo de flores en recuerdo del militar fallecido/ Juanjo Coronado
Ramo de flores en recuerdo del militar fallecido/ Juanjo Coronado

Ceuta tiene, desde entonces, una deuda impagable con un chico de una localidad valenciana que dio su vida por apagar un incendio abrasador, como lo fue el de Isabel II del pasado año o como lo fue el del Edificio 'Pret a Porter' de hace unos días. Una deuda que no saldaremos nunca con un hombre al que todos los años se homenajea. Lo saben bien sus familiares, que vuelven a remitir unas líneas de agradecimiento a las autoridades militares para agradecer el recuerdo a aquel joven valenciano. En una ciudad que le consagró un monumento, una plaza y le concedió la Medalla de Plata a título póstumo.

Un miembro de la ULOG 23 deposita un ramo de flores ante el monumento/ Juanjo Coronado
Un miembro de la ULOG 23 deposita un ramo de flores ante el monumento/ Juanjo Coronado

Antonio Hueto estaría hoy cerca de la jubiliación. Una jugarreta del destino en una noche infame le impidió ni siguiera comenzar su vida laboral. Pero, como bien decía el comandante general Marcos Llago en el homenaje celebrado esta mañana, representa los más abnegados y elevados principios del Ejército. Ha sido un acto sencillo, presidido por el general Llago y dirigido por el coronel Barranco, jefe de la Unidad Logística 23 en la que hizo la 'mili' Antonio. Sencillo pero entrañable, dice el tópico. Sencillo pero que sirve para perpetuar la memoria, para que las generaciones venideras podamos explicarles a nuestros hijos porque a cien metros de la playa hay un monumento a un soldado. Es lo mínimo que se puede hacer: contar la historia de un joven valenciano llamado AntonioGüetoRamos. Una deuda impagable, un héroe al que honrar cada año un día antes de la festividad de Santiago Apostol.

Miembros de la ULOG 23 custodian el monumento a Hueto / Juanjo Coronado
Miembros de la ULOG 23 custodian el monumento a Hueto / Juanjo Coronado

Antonio Güeto: el héroe por el que Ceuta llora más de cuatro décadas después