Tras varios meses en situación de desempleo, Emilio Nepomuceno encontró trabajo como camionero, transportista en la empresa "Grupo de Transportes Onuba". Una labor que le exige pasar diez días fuera de Ceuta y tres o cuatro en la Ciudad Autónoma en turnos de descanso. Condiciones que se habían convertido en su rutina y día a día habitual, hasta que estalló la crisis del coronavirus.
El motivo: el cierre del Estrecho, salvo para casos esenciales. Y aquí surgía la diferencia: "Delegación del Gobierno me decía que si cruzaba, no podía volver. Compañeros míos de empresa van de Algeciras a Bilbao, con toda la tranquilidad del mundo y los permisos reglamentarios, y vuelven para sus turnos de descanso. En mi caso, me decían que no me autorizaban a reincorporarme a mi trabajo al estar el Estrecho cerrado".
Durante un mes "he estado sin ver a mi familia, pasando turnos de descanso en el camión o en estaciones de servicio, mientras mis compañeros regresaban a sus casas con total normalidad". Todo ello "pese a que mi empresa aportaba certificados y tras contínuos envíos de correos con Delegación del Gobierno".
Lo más duro "es la parte psicológica. Llevo un mes sin poder ver a mi mujer, sin poder dormir en mi cama o sin poder ducharme". Una historia, con final feliz. Minutos después de acabar esta entrevista, recibía un correo autorizándole a volver, al fin, a casa. Eso sí: teniendo que adjuntar nuevamente toda la documentación y entendiendo que su caso representa una "excepcionalidad".