Hace unas semanas, los miembros del Centro de Estudios y Conservación de Animales Marinos recibieron una llamada. Se habÃa encontrado un par de tortugas enredadas en los palangres de varios barcos pesqueros en la BahÃa Sur. Lo llamativo era una de ellas, bautizada por su color verde como Irlanda. Una tortuga de esa especie no es muy habitual en aguas de nuestra ciudad. "Suelen moverse por aguas más calientes: Cabo Verde, Canarias, PacÃfico", detalla uno de los mejores conocedores de nuestro entorno marino, como es Juan Carlos Rivas, presidente de CECAM.
Hoy, Irlanda ha vuelto al mar. Lo ha hecho en compañÃa de la Guardia Civil, cuyo Servicio de Vigilancia MarÃtima la ha apadrinado y con un curioso aparato en su caparazón. A quienes estén familiariazados con el mundo de la consola, les recordará a los mandos de la Play Station, pero es un GPS pegado con silicona. A partir de ahora, cada vez que la tortuga salga a la superficie emitirá una señal que permitirá detectar donde anda.
De Irlanda, poco se sabe. Se conoce que pesa 140 kilos, que es una hembra en periodo fértil -de hecho, se han encontrado varios folÃculos en su organismo- y que cada ejemplar de tortuga verde como ella suele vivir en torno al siglo. Lo comentaba Mónica Muñoz, veterinaria en el Oceánic de Valencia, encargada no solo de colocarle la señal, sino de hacerle una ecografÃa al animal.
¿Qué se le ha perdido a Irlanda en las costas de Ceuta?. "No sabemos, estamos tratando de descifrar" que hace una tortuga como ella en un sitio como este. Pero algo está cambiando: tiburones ballenas, tortugas verdes, rayas gigantes... Ejemplares propios de otros pagos que acaban a la entrada del Mediterráneo. Un detalle: en los veinte años de historia del CECAM, Irlanda es el cuarto ejemplar de tortuga verde que acaba en Ceuta. Y menos mal para ella que acabó en Ceuta. Al menos, pudieron sacarle los plásticos que habÃa tragado y que, probablemente, hubiese terminado de la peor manera.
Irlanda vuelve al mar escoltada por la Guardia Civil. En tierra queda, esperando a recuperarse, una tortuga naranja, pequeña, pero a la que el palangre lastimó en una pata. Para delicia, por cierto, de 'Duque': un simpático pastor alemán que custodió a la tortuga naranja -sin nombre aún: se admiten sugerencias- y acompañó a Irlanda hasta el momento de que esta volviera a su hábitat natural.